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Mario Garcés

¿Es la felicidad una quimera?


Agosto del año 2000, en un pueblo cercano a la Sierra del Guadarrama.

Después de años de trabajo y dedicación, por fin había hecho realidad todas mis expectativas. Estaba casado y tenía dos hijos preciosos y sanos, niño y niña, de cuatro y dos años respectivamente. Dirigía desde hacía varios años mi propia empresa tecnológica que en ese momento se encontraba ya consolidada y en crecimiento sostenido. Esto me permitía ganar un buen sueldo y con perspectivas de ir cada vez mejor económicamente. Con esa situación nos habíamos podido permitir comprar un chalet precioso donde vivir, con un buen jardín y rodeado de montañas . Tenía un coche nuevo, grande y confortable para poder viajar con los niños y con mi querido amigo Flappy, mi perro, un "cahorro" de 70 kilos juguetón y entrañable. Esta situación me permitía disfrutar además de mi amplio entorno familiar y social, donde hermanos, primos y amigos coincidían y compartían barbacoas y piscina de forma habitual. Una vida de ensueño vamos.

Agosto de 2005, en el mismo lugar.

Hacía años que me había separado porque mi exmujer se había enamorado de otra persona. Hacía año y medio que me había arrebatado de forma brutal a mis hijos, llevándoselos a vivir a más de 2.000 Km de distancia. A esas alturas ya no podía comunicarme con ellos ni tan siquiera por teléfono, por lo que hacía más de 4 meses que no sabía absolutamente nada de ellos. Tenían entonces 8 y 6 años. Por no resignarme y no renunciar a ellos, me había metido en serios problemas judiciales que amenazaban, incluso, con meterme en la cárcel. Además, acababa de terminar una relación afectiva de más de tres años de convivencia, con lo que eso supone para el equilibrio emocional. Poco después de mi separación había vendido mi empresa decidido a cambiar de ámbito de trabajo, emprendiendo un nuevo proyecto, proyecto que en ese momento había fracasado, llevándose con él la totalidad de mis recursos económicos. Como hasta ese momento siempre había sido autónomo, no tenía ningún tipo de prestación económica, con lo que no podía hacer frente a mis obligaciones de pensión de los niños, hipoteca, y gastos de vida propios, por lo que, como parte del proceso judicial me habían embargado lo poco que quedaba en mi cuenta corriente. Mi coche se había convertido en un viejo Ford Sierra de casi 20 años que un buen amigo me había regalado porque ya no lo utilizaba. Para rematar la jugada, acababan de matar a mi perro, Flappy, que murió en mis brazos después de que un descerebrado le disparara mientras paseaba con él.

Es fácil imaginar cual de esos dos momentos fue el más feliz de mi vida ¿verdad?...

...¿o quizá no?

En el año 2000 y a pesar de tener todo lo que alguien con 30 años podría desear, y de haberlo conseguido por mi mismo, yo estaba muerto, literalmente hablando; total y absolutamente muerto por dentro, como si de un viejo tronco de madera seca y carcomida se tratase. Era incapaz de sentir ningún sentimiento de placer o bienestar. Sufría lo que luego descubrí se define como "anhedonia" en grado extremo. Era profundamente INFELIZ.

En cambio, en el año 2005, después de haber tenido y perdido todo lo que se supone que me debía haber hecho feliz, y estando en unas circunstancias en las que, lo normal, hubiera sido sufrir al menos una profunda depresión, llegué a sentirme total e intensamente FELIZ como nunca antes lo había sido. Una felicidad como la que sólo se puede leer en algunos textos filosóficos muy escasos y que te impacta como una explosión cuando la encuentras. Ese profundo sentimiento de felicidad continuada se extendió de forma sostenida en mi vida durante más de cinco años e influyó profundamente en mi forma de abordar la vida, de entender la realidad y me ayudo a comprender mejor el funcionamiento de nuestra mente.

He de decir, por si a estas alturas de post algún lector ya se lo está preguntando, que todo ese proceso de cambio nunca ha requerido la intervención de medicación o sustancia alguna, ni de especialistas o expertos, siendo únicamente un proceso de reflexión personal y comprensión intelectual el que me ha permitido avanzar y crecer. En ese camino he contado, eso sí, con unos pocos libros muy sencillos pero profundamente inspiradores que me han ayudado a resolver algunos "cruces de caminos" interesantes.

Esas experiencias, que en ningún caso han sido las más duras que me ha tocado vivir, me mostraron una paradoja que está presente en todos los estudios sobre la felicidad de los que tenemos noticia, ya desde la antigua Grecia. Si experiencias como esta son reales, y doy fe que lo son, entonces

¿Qué es la felicidad?

¿Cómo podemos ser felices?

¿Podemos o es algo que encontramos por casualidad?

¿Eres feliz o tan sólo crees serlo?

¿Te has parado a pensarlo?

¿Te asusta la respuesta que podrías encontrar si lo haces?

¿Quizá sólo eres lo más feliz que has llegado a ser?

¿Cómo puedes saberlo?

¿Puedes ser más feliz?

¿Sabes cómo conseguirlo?

¿Es posible la felicidad sostenida en el tiempo?

¿Se puede aprender a ser feliz?

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